"Hacia una densidad y calificación del suelo altamente flexibles"

Partimos del principio de que la densidad es una expresión de la complejidad urbana, favorece la intensidad de usos y, al mismo tiempo, es una condición necesaria para facilitar la diversidad. Para preservar este valor innegable, es necesario que la calificación del suelo no sea un obstáculo a la hora de permitir la adaptación y la mezcla de usos no previstos a priori desde el planeamiento.
Hay que revisar la estanquidad de la calificación de los sistemas y permitir (sin perder el carácter garantista) la posibilidad de combinarlos con usos diferentes.
Ahora bien, ¿puede la ciudad lograr el mismo nivel de intensidad de uso en toda su dimensión? No lo podemos prever, pero se debería favorecer una intensidad suficiente en las áreas situadas sobre las intersecciones de las infraestructuras de comunicación (ferrocarril, metro, tranvía...). Es precisamente en estos puntos donde hay que invertir para potenciar su intensidad y diversidad de usos. No podemos dejar pasar la oportunidad en los lugares donde ya existe la confluencia de infraestructuras. Hay que convertirlos en nodos de diversidad y complejidad. A su lado, el resto de la ciudad debe poder convivir con modelos menos intensos en cuanto a la combinación de usos. Hay que encontrar las formas de hacer ciudad con barrios estrictamente residenciales, vinculados a áreas con mayor complejidad urbana.